Carta de la presidenta
A los 6 meses de estar viviendo en Santa Cruz (Bolivia), como voluntarias, Almudena y yo, llegamos un sábado de Abril por la mañana al Hospital Oncológico. Yo lo conocía, había ido algunas veces en Enero, pero Almudena tenía ganas de conocer a los niños y la realidad de la que alguna vez nos habían hablado.
Al llegar encontramos, como de costumbre, a la doctora Yolanda (jefa del Servicio de Pediatria) corriendo de un lado a otro por los pasillos del hospital, bien hablando con los papás de los niños, bien hablando con alguna persona que quiere colaborar con algún medicamento, o bien examinando a un niño en una de las dos habitaciones que existen en el Servicio de Pediatría, que a la vez hacen de consultorio. Al darse cuenta de nuestra presencia la doctora se acercó a nosotras. Nos habló de Macedonio, niño de 7 años que acababa de llegar al hospital y que sospechaba padecía un linfoma de Hodgkin, e iba a estar muchos meses internado y sin familia, pues venía del campo y sus padres no se podían hacer cargo de él. La doctora nos pidió por favor que algún día le sacáramos del hospital a pasear.
Quien diría que aquella mañana iba a cambiar parte de mi vida. Estuve sacando a Macedonio unas cuantas veces, ¡qué experiencias tan increíbles!. Yendo al hospital a visitar a Macedonio empecé a hacer fisioterapia a algunas mujeres que necesitaban mis servicios, y ésta fue la causa por la que en las tardes empezamos Almu y yo a acudir al hospital y a compartir todos los sufrimientos que padecen los niños con cáncer y sus familiares. Pero cual fue nuestra sorpresa al averiguar que no sólo era la enfermedad lo que les hacía sufrir, sino que además se añadía lo que social y económicamente suponía para ellos que su hijo estuviese enfermo: no tener qué dar de comer al resto de sus hijos, no tener un lugar donde dormir, algunos no tener ni qué comer, no poder pagar la hospitalización para volver a casa…pero lo más importante era que no podían ni siquiera poder dar un tratamiento completo a sus hijos porque su dinero sólo les daba para a penas el diganóstico, o para el primer ciclo de quimioterapia.
¡Se siente tanto dolor e impotencia! ¿Qué hacer? ¿Cómo hacer menos pesada la carga?
Lo único que podíamos hacer Almu y yo cuando llegamos a España era transmitir lo que nuestras amigas, las mamás de los niños, padecían y vivían, contar sus alegrías y tristezas. Y nuestra gran sorpresa fue como la gente comenzó a sensibilizarse y ya no éramos dos personas las que queríamos luchar por esos niños, sino más y más gente. Así comenzó AFANIC España: escuchando los gritos de ayuda desde Bolivia y respondiendo activamente a estos.
AFANIC España está siendo una de las principales causas de que el índice de mortalidad del Hospital Oncológico de Santa Cruz esté disminuyendo y que las condiciones de vida de los niños y sus familiares estén mejorando. Pero todavía queda mucho por andar y por ese motivo seguimos escuchando y respondiendo.
Clara Salgado Navarro
Presidenta de AFANIC